martes, 20 de noviembre de 2018

Nunca se sabe.

Creo que vivimos en un mundo frívolo a la par que maravilloso en el que debemos vivir las experiencias que nos rodean con los ojos muy abiertos.  Es una de las miles de cosas que aprendí en mis 4 meses viajando por Asia: apreciar el mundo aprovechando al máximo nuestros cinco sentidos. Sin olvidarnos de añadirle todas nuestras emociones: oler de verdad, escuchar con interés, probar diferentes sabores con intensidad, abrazar cada día o apreciar cómo cada rincón del mundo por minúsculo que sea puede llegar a ser para ti un paraíso, porque al final todo depende de los ojos con los que se mire. Estas vivencias nos llevan a entender el porqué del otro, a ponernos en la piel de los demás, a valorar cada momento y nos harán también adquirir una visión más amplia y concienciada del mundo que nos rodea.

Es cierto que si hay algo inquietante en nuestro día a día es el factor sorpresa que nos rodea, porque nunca sabes a ciencia cierta qué va a pasar después. A veces, es un componente que juega a nuestro favor ya que nos da adrenalina y nos impulsa a seguir luchando por el mañana. Otras, nos provoca miedo, aprensión o desconfianza.  Y es que nunca se sabe qué puede pasar. Nunca se sabe.

Sin embargo, hay algo en lo que no paro de reflexionar últimamente ya que hasta ahora no me había parado a analizar con detalle y es que uno de esos “enigmas vitales” es QUIEN puede llegar a inspirarte en tu día a día. Tendemos a pensar que un “referente” o alguien que nos “inspira” debe ser un cantante famoso, un pintor internacionalmente conocido, un premio Nobel de la paz, etc.

Pero, ¿Te has preguntado alguna vez quién te inspira realmente en tu día a día? ¿Quién te cambia la visión de las cosas? ¿Quién te hace pensar o querer aprender más a fondo sobre un tema del que no tenías ni idea? Interesarte sobre el medio ambiente, el Marxismo, el feminismo, la poesía, la lucha por la visibilidad LGTBI y la diversidad de género, etc…

Te diré algo, mi mayor referente he sido yo misma porque el día en el que decidí abrirme al mundo, empecé a encontrar referentes en cada esquina, a eso me refiero cuando digo que todo empezó por mí. Cuando la curiosidad por saber las razones de todo lo que pasaba a mi alrededor llamó a mi puerta, empecé a descubrir un paraíso de personas en las que consigo inspirarme diariamente. Mi madre y su valentía cada día, mi padre y su vida de cambio de roles constante, mi mejor amiga y que su forma de ver el mundo y la mía se complementen, descubrir a un fotógrafo francés por casualidad en una galería de Vietnam y que esas fotos vayan a acompañarme para siempre, una socióloga que me hace querer estudiar más a fondo sobre la sociedad machista en la que hemos vivido y de la que intentamos aún salir, un deportista que me muestra su esfuerzo de superación diaria y las horas de entreno que hay detrás de cada competición, una escritora de mi edad que consigue tocarme muy a fondo y también que ahora me apasionen los recitales en directo, mi hermana y su dedicación innata por “curar” a los demás, esa monitora de buceo que en Tailandia me descubre un mundo nuevo debajo del agua, los documentales que me hacen ser más crítica o cada canción que consigo hacer mía y que acaba perteneciendo a un momento y a un lugar.


Al fin y al cabo, de todas las personas que habitan en mi, hay algunas que yo ni conozco.

Nunca se sabe todas las que me quedan aún por hallar, por leer, por escuchar, por amar... 
Lo que sí sé es que quiero quedarme para descubrirlas.



“Nunca se sabe qué encontrará uno tras una puerta. Quizá en eso consiste la vida: en girar pomos” 
– Albert Espinosa.

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