sábado, 6 de agosto de 2022

Telarañas

 

Además de la creencia de sentirme con derecho a todo durante mis veinte, pasé toda la década considerando que podía conocer a quien yo quisiera, tener sexo con quisiera, amar a quien quisiera, y no comprometerme con una sola persona o incluso con un único grupo social, o una sola ciudad, país o cultura. Armada con este sentimiento grandioso de conectividad con el mundo, iba de un lado a otro entre países y océanos. Hice decenas de amigos y me encontré en los brazos de un buen número de amantes. Amigos que pronto fueron reemplazados y amantes que olvidé en el vuelo hacia el siguiente destino.

Era una vida extraña, repleta de experiencias fantásticas que ampliaron mis horizontes, pero también de bienestares efímeros diseñados para adormecer el dolor que subyacía. Aunque algunas de las lecciones más importantes que definieron mi carácter sucedieron durante ese periodo.

Viajar es una fantástica herramienta de desarrollo personal, porque te libra de los valores de tu cultura y te muestra que otra sociedad puede vivir con valores completamente diferentes y aun así funcionar y no odiarse entre sí. Esta exposición te obliga a reexaminar lo que parece obvio en tu vida y a considerar que quizá no es necesariamente la TUYA la mejor manera de vivir.

Así que de una forma u otra siempre quiero seguir sintiéndome viva viajando, deconstruyendo y construyendo mis valores, porque no hay nada de lo que disfrute más HOY que de mirar atrás y ver todo lo que he cambiado.