viernes, 15 de agosto de 2014

Todavía aquí.

Te veo de lejos, me acerco y te planto un beso. 
Me miras con los ojos llenos de lágrimas y me pides el perdón más sincero que jamás había oído.

Y yo sin más...te perdono.

Volvemos a casa (nuestra casa) de la mano, hacemos la cena y seguimos besándonos toda la noche recuperando todos los besos que no hemos podido darnos en estos meses.

Al  cabo de unas horas te devuelvo la mirada explicándote que tengo mucho miedo de volver a perderte.

Es entonces cuando suena el despertador.

Todo había sido un sueño. Me froto los ojos, miro a mi lado y no te veo. 

Quizás más que un sueño ha sido una pesadilla. La pesadilla que lleva rondando mi cabeza y rompiendo mi corazón desde hace ya tres meses, pero sé que muy dentro de mi hubiera deseado con todas mis fuerzas que todo hubiera sido real.

Quizás sólo necesito que me pidas perdón para poder perdonarte, para poder continuar y olvidarte.

Es nuestra manía de estirar la ilusión hasta romperla. Es no saber aceptar que hay cosas que se acaban, que han de ser así para crecer.